Bajarse los pantalo nes

Los sans-culottes no tenían calzones, Marlon Brando no tenía vergüenza cuando se desnudó en El último tango y los que se ponen los pantalones en los tobillos para burlarse de Europa no tienen ni idea de dónde puede terminar esa moda de pisar mendigos y escupir a Europa. En este periodo de cafrerización, en plena glaciación ideológica, surgen movimientos populistas imitando a los monos en el zoo, y lo peor de todo es que entre los eslóganes anatómicos están los gestos cavernarios de la izquierda clásica u ortodoxa, enseñando la matrícula o el beo como acto de protesta. ¿Qué tendrá que ver esta ocurrencia de bombero o de azafata con el marxismo?

Hacer un calvo, se dice en el argot de los hinchas o gamberros. El culo es ya una pancarta más para representar la bola del mundo, una esfera dividida en diámetro y zodiacos, que dijo el clásico, y a mí me resulta muy extraño que la izquierda, que esgrimía el puño, haya acabado enseñando el culo, lo cual me lleva a sospechar que se está hominizando o caminando como los dinosaurios hacia su extinción precisamente cuando crece.

«No pagaremos la deuda, que se joda la Troika», gritaban el sábado en Madrid, puño en alto, a la sombra de las banderas republicanas, cantando Grândola Vila Morena, la sección española de Pueblos unidos contra la Troika. La marea va y viene sin lograr el tsunami, denunciando la democracia secuestrada, el fin del bienestar, el esquilme. En la manifestación, algunos se bajaron los pantalones ante la sede de la Comisión Europea en Madrid, uniéndose a ese esperpento que recorre Europa para destruirla. Entre los enemigos de la Unión están los ingleses del Ukip, que suelen mostrar el trasero los fines de semana, cuando se emborrachan en estadios o discotecas. Menos mal que en Fráncfort, la manifestación más numerosa, rompieron escaparates e incendiaron contenedores pero no se vieron los uniformes negros ni los cráneos cruzados de la bestia parda.

Ya sabemos que las revoluciones no se hacen con obispos ni con agua de rosas, pero si la izquierda agonizante se deja llevar, para ganar votos de los descerebrados, por la borrachera de los Verdaderos Finlandeses, de los matones de Marine y de todas esas tribus, ligas, jarcas, chusma que quiere volver a sus ombligos, estaremos perdidos.

Por eso me extraña que los comunistas, Cayo Lara y Alexis Tsipras, llamaran a la unidad de la izquierda cuando algunos de sus predicadores van diciendo que los cuatro billones de euros que debemos son impagables. Se les ha ido la olla porque pueden provocar, otra vez, la fuga de capitales, el default o el fin de la democracia.